El 8 de mayo del año 589, durante la
inauguración del tercer concilio de Toledo, se oficializó la conversión al
catolicismo del rey Recaredo. Se ponía fin de esta manera a una división
religiosa que, junto a otras amenazas, ponía en peligro la pretendida unidad
política del siempre inestable y frágil reino visigodo.
El desconocimiento de las fuentes da paso
a la manipulación y a la adulteración de los hechos, lo que imposibilita la
labor de hacer historia. Seguramente Gibbon exageraba cuando decía que las leyes
son "la parte más importante de la historia de una nación", pero no
andaba muy desencaminado. Detenerse a estudiar el corpus legislativo de una
nación y de un período histórico determinado nos ofrece la posibilidad de
conocer mejor otros aspectos sustanciales, como el tipo de gobierno, la
composición social del pueblo en cuestión, sus preocupaciones, urgencias, etc.
Esto es válido para todas las épocas y en particular para el período visigodo,
a menudo mal-tratado por la historiografía patria.
La descomposición del imperio romano dio
paso, en España, a diferentes reinos bárbaros de desigual fortuna, lo que
desembocó en la afirmación de uno de ellos, el visigodo. Su intención de querer
implantar nuevos usos, costumbres e instituciones se vio pronto frustrada. Una
vez más, el conquistador fue conquistado... y en este caso romanizado.
Una de las instituciones que más colaboró
en el proceso de integración fue la iglesia. Bien es cierto que no fue fácil,
ya que a la iglesia existente en España, católica, se enfrentó la invasora,
arriana. Como todas las comunidades heréticas, el arrianismo chocaba no sólo
contra los pilares fundamentales de la fe ortodoxa, también contra sus
instituciones. Al igual que había sucedido en otras partes de Occidente –y no
digamos de Oriente–, el arrianismo creó una iglesia paralela en España.
Las diferencias teológicas se reflejaban
también en los ámbitos social y político. Pretender la unidad y la
consolidación de un reino en tales condiciones no era factible, de ahí los
esfuerzos de gobernantes y líderes religiosos para superar tan enormes
dificultades. En el caso de España, la unidad religiosa no se produjo hasta el
reinado de Recaredo, y el camino no fue fácil. La tranquilidad con que la
iglesia se había ido consolidando e institucionalizando se vio interrumpida por
la llegada de los invasores bárbaros, y se fueron alternando períodos de
persecución y de paz semejantes a los vividos en otras partes de Europa tras la
caída del imperio romano.
A pesar de las dificultades, la iglesia
católica continuó con la tradición de celebrar periódicamente sínodos y concilios,
tanto provinciales como generales o nacionales. Se conservan las actas de la
mayor parte de ellos en la llamada Colección Canónica Hispana, texto
fundamental para conocer de primera mano la producción legal, doctrinal y
literaria de la época. La institución conciliar no era novedad española,
obviamente, sino asimilación de la tradición eclesial, iniciada ya en época
apostólica, que pretendía solucionar dificultades teológicas y organizativas a
través de reuniones entre representantes autorizados de las diferentes sedes
episcopales. Existieron desde siempre concilios, bien particulares, bien
ecuménicos (Nicea, Éfeso, Constantinopla, Calcedonia, etc.). Tras el contenido
teológico, por lo general refutar una herejía, se encontraba también una
intencionalidad política: evitar que las diferencias teológicas entre facciones
rivales se tradujeran en desórdenes de tipo social y político.
De entre todos los concilios o series de
concilios que se celebraron en España durante los primeros siglos del
cristianismo, destacan por su importancia los de Toledo. Por su rico contenido
teológico, las cuestiones de disciplina eclesiástica debatidas, la importancia
de las deliberaciones políticas, etcétera, constituyen una fuente indispensable
para conocer no sólo la teología y la vida cristiana en España hasta la
invasión árabe, también –a partir del tercero de ellos– la estrecha relación
entre la monarquía y la iglesia.
Desde el punto de vista teológico,
destaca el nivel doctrinal y cultural que muestran muchas de las intervenciones
de los padres conciliares y de los cánones aprobados. En los concilios
toledanos participaron algunos de los teólogos más importantes de la época,
como Isidoro de Sevilla o el que seguramente fuera el más notable de todo el
período visigodo, Julián de Toledo. Los símbolos de fe elaborados en cuatro de
los celebrados en el siglo VII (los concilios IV, VI, XI y XVI) resaltan por el
avance que supusieron en el arduo camino de lograr una formulación adecuada de
la doctrina cristiana.
La importancia teológica de los concilios
toledanos traspasó pronto las fronteras nacionales, lo que puso de relieve que
el nivel doctrinal y cultural de la iglesia española era muy superior al de
otras iglesias nacionales del Occidente cristiano. Hasta qué punto se tenía
conciencia de poseer una teología ortodoxa bien elaborada, que no se dudó en
defender los postulados españoles cuestionando incluso la integridad doctrinal
de la propia sede apostólica romana, en términos que hoy seguramente asustarían
a quienes acríticamente dan por buenos todos los documentos que llevan algún
tipo de firma vaticana.
Si los dos primeros concilios de Toledo fueron
convocados por voluntad divina, el resto de ellos, a partir –lógicamente– de la
conversión al catolicismo del reino visigodo, fue convocado por deseo explícito
o implícito del rey de turno. La alianza entre el trono y el altar fue
realmente consistente y permitió la consolidación de la mayor entidad política
europea del siglo VII. No se equivocaría demasiado quien afirmara que, en el
período de mayor esplendor del reino visigodo, al monarca le correspondía el ejercicio
del poder ejecutivo y a la iglesia el del legislativo, en gran parte formulado
por los concilios de Toledo, cuyos cometidos, formas y finalidades –también la
periodicidad, no siempre respetada– se institucionalizaron a partir del IV,
celebrado en el año 633 y presidido por Isidoro de Sevilla.
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Publicado en el Suplemento Historia de Libertad Digital
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