Hoy ha terminado la emisión en la RAI de la miniserie “Sotto il cielo di Roma / Under the Roman Sky”. Narra los meses de la ocupación nazi de la ciudad. Mucho se ha escrito y se ha filmado sobre este episodio trágico de la II Guerra Mundial, uno de tantos, quizás no el más funesto pero sí uno de los más representativos de la crueldad de aquella guerra.
Contemplando los 268 días de ocupación, entre septiembre de 1943 y junio de 1944, se puede obtener un panorama suficientemente amplio de las causas y de los ideales de los protagonistas de la guerra en la que se encuadra.
La “tolerancia” de las democracias occidentales hacia Hitler favoreció el rearme de Alemania y los preparativos para la guerra[1]. A esta debilidad occidental anterior al inicio de la guerra se unió, en el caso italiano, el bastardo interés del régimen fascista de Mussolini[2]. A la ambición del Duce se unió la cobardía de la casa real italiana, felizmente despojada de su carga institucional después de la guerra, y de gran parte de la clase política y militar italiana que en lugar de permanecer en el lugar que le correspondía huyó cuando las cosas se pusieron feas en Italia (los nazis por el norte y los aliados por el sur). En Roma quedó por tanto como única autoridad moral y política el papa, Pío XII.
Sobre la actuación del papa Pacelli en la II Guerra Mundial se ha discutido mucho y se sigue escribiendo bastante; el estudio de la documentación que se conserva en los archivos vaticanos ayudará, ya lo está haciendo, a valorar en su justa medida el comportamiento del papa durante la contienda. Pero durante la ocupación de Roma se sabe perfectamente cuál fue su posición frente al régimen nazi (y cabe pensar que si actuó así en el caso particular de Roma lo hiciera de manera semejante durante todo el desarrollo de la guerra en cualquier parte de Europa y del mundo).
Tenemos por tanto a un papa que organiza la ayuda de la iglesia a las víctimas potenciales y reales de las atrocidades alemanas. Ordena abrir los conventos para que sirvan de refugio a hebreos y opositores[3], realiza colectas para pagar rescates y evitar deportaciones, mantiene informados a los aliados y a los países neutrales de lo que sucede en Roma. En definitiva, ejerce de autoridad religiosa, moral y política en una ciudad abandonada a su suerte por los que tendrían que haberla defendido.
Me alegro por tanto de que por fin se emita una serie que rinde justicia, hasta donde puede hacerlo el cine, a un papa tan denostado por la pseudo-historia contemporánea que parece no querer admitir los valores que representa el cristianismo.
Me alegro por tanto de que por fin se emita una serie que rinde justicia, hasta donde puede hacerlo el cine, a un papa tan denostado por la pseudo-historia contemporánea que parece no querer admitir los valores que representa el cristianismo.
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[1] Sobre la tolerancia dedicaré próximamente una entrada especial, porque conviene aclarar que no se trata de una virtud, sino de una debilidad y por tanto de un vicio
[2] El término fascista, mal que le pese a tanto progre trasnochado, que acusa de tal a quien no comparte sus ideas (!), corresponde sólo al ambiente italiano, único país en el que ha existido un partido, un régimen y una ideología fascistas.
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